En estos días inciertos en los que ahorrar un sol es más un deber que
una posibilidad, hay que tener muy clara una serie de conceptos sobre lo
que podemos cambiar en nuestro coche cuando se nos rompe. ¿Merece la
pena repararlo si la avería es muy cara? Vamos a verlo…
Claves para decidirse: ¿cambiar de auto o sólo la pieza?
Lo que resulta clave a la hora de afrontar una reparación es contar
con todos los detalles sobre la misma. Esto es, saber qué es lo que
realmente se ha roto. En un concesionario oficial, por política de la
marca, no reparan, sino que sustituyen, y una avería en un elemento
aislado puede conllevar el cambio de una pieza muy costosa. A lo que hay
que añadir la mano de obra… nada económica, por otra parte.
Por eso, los talleres de toda la vida están viviendo su “segunda
juventud”. Y es que el arte de mancharse las manos de grasa desmontando
motores sobre un banco de trabajo (que hace poco se había perdido),
ahora ha vuelto con fuerza. Esos mecánicos que con un pitillo encendido
en la comisura de los labios te desmontan la bomba de la gasolina y le cambian una arandela de un sol en menos de media hora son los que ahora nos salvan la vida… y la economía.
Y es que cada pieza es desmontable y reparable por separado. Sólo con
tener un diagnóstico acertado podemos ir preguntando por talleres y
suministradores de recambios hasta hacernos una idea del coste. De hecho, si nos lo trabajamos un
poco, podemos localizar la pieza, comprarla, llevarla al taller nosotros
mismos y pagar tan sólo la mano de obra a un precio razonable.
Tengo un conocido que hasta adquirió por Internet su tubo de escape -conjunto completo- por un importe muy bajo y lo llevó a que se lo pusieran al garaje de su barrio. El ahorro respecto al presupuesto inicial dado por la marca fue de un 60%. ¡Un sesenta por ciento! Por la mitad de eso ya merece la pena estar atento.
Es verdad que no todo el mundo goza de nociones de mecánica;
por ello hemos de creer en la buena voluntad del mecánico a la hora de
valorar nuestra reparación, dejando claro que andamos mal de
presupuesto, por si se apiada de nosotros. Es buen momento para
sincerarse, porque a ti te interesa ahorrarte algo y al mecánico,
ganarse algo. Así, todos satisfechos.
Qué piezas merece la pena reparar… y cuáles hay que cambiar
Sin embargo, esta fórmula no vale para todo. Hay averías intrincadas
que sí se puede reparar, pero cuya complejidad en trabajo manual puede
superar el coste de la sustitución del elemento. Por eso, no nos debemos
cerrar en banda. Esto sucede con casi todo lo eléctrico y electrónico de nuestro vehículo.
En planta motriz (motor, cambio) y trenes rodantes, la reparación es más que factible.
Las piezas del interior, sometidas a desgaste, también pueden ser reparadas y/o mejoradas (por ejemplo, un volante nuevo, retapizar de cuero el que tenemos desgastado, cualquier
cosa menos ponerle las fundas horteras).
Hoy en día incluso se reparan los cristales con unos
resultados sorprendentemente buenos. No deben estar muy machacados,
claro, pero la técnica recupera alguno que hasta hace poco iba directo
al contenedor de reciclaje.
El radiador sí que es de los pocos elementos bajo
nuestro capó que la mayor parte de las veces necesita ser cambiado, pues
una vez que pierde su hermeticidad, por un poro o fisura, es difícil
dejarlo como nuevo. Y con la refrigeración y lubricación no conviene jugarse los cuartos.
En los golpes de chapa, los “abollones” se arreglan,
en su mayoría, con masa de carrocero; respecto a las defensas y otros
elementos, se pueden obtener en Internet de segunda mano a muy buen
precio.
Así suma -o resta- y sigue.
Por todo esto, mucha atención ante las averías. No te quedes callado con cara de cordero degollado cuando te espeten que hace falta cambiar el turbo
o similar. Indaga sobre lo que en realidad está averiado e intenta
lograr la reparación de ello. Si no es posible, o no compensa, y sólo
tras haberte asegurado de ello, acepta el cambio. Porque (en serio), lo
más probable es que, aunque sea caro, te pedirán más por un auto nuevo.